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Discapacidad y maltrato: una doble realidad
Los observatorios estatales indican que seis de cada diez mujeres con discapacidad han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. La lacra del maltrato, en el caso de la discapacidad, es doblemente cruel, pues atenta contra personas indefensas en muchas ocasiones.
6 de cada 10 mujeres con discapacidad han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida
Los datos del Observatorio Estatal de la Discapacidad son muy claros: más del 65 % de las mujeres con discapacidad en España han sufrido algún tipo de violencia, de la naturaleza que fuere, a lo largo de su vida. Estos datos son incluso superiores a los de las mujeres sin discapacidad.
Hay que matizar que estos datos se refieren a agresiones físicas y psicológicas, pero también institucionales. Estas, por fortuna, en los últimos tiempos se han ido desmontando. Pero las otras, las violencias de tipo físico, psicológico y sexual, están a la orden del día. De hecho, ahí la sociedad no hace distinciones entre las mujeres.
El problema en este caso es que algo tan reprobable como el maltrato se ve agravado, en el caso de las mujeres con discapacidad, por la falta de accesibilidad, la carencia de métodos efectivos de denuncia, la vergüenza, etc. Por esta razón, es necesario un esfuerzo de protección, pero a la vez la instauración de sistemas de respuesta adecuados.
Las mujeres y las niñas con discapacidad se enfrentan a maltrato sobre su cuerpo, pero también social. De hecho, sus tasas de discriminación y desempleo son mucho mayores que las de las mujeres sin discapacidad, ya de por sí elevadas.
De forma paralela, en muchos ámbitos familiares, laborales y Administrativos, se incide o ha incidido en la normal reproductividad y maternidad. En muchas ocasiones, su libertad se ha visto coartada hasta el punto de llegar a la esterilización, aunque afortunadamente las nuevas generaciones no están viviendo situaciones de tal calibre emocional.
La violencia tiene múltiples facetas, y por desgracias las mujeres con discapacidad son víctimas de ella
Desde el punto de vista de la protección social, la violencia va, como se ha indicado, desde la física y sexual, tanto en el hogar como en las propias instituciones, hasta la psicológica, que se puede manifestar con control excesivo, infantilización de estas personas, aislamiento…
Desde el apartado médico también se producen situaciones violentas, desde la esterilización forzosa o la negación de la reproducción, hasta la negación de cuidados sociosanitarios, higiénicos, etc.
Finalmente, existe otro tipo de violencia más «social», la económica. Esta hace referencia a aspectos tan dispares como la no contratación laboral, la discriminación en los centros de trabajo, sueldos inferiores… Pero también la que se produce en el ámbito familiar o en centros de acogida, con prácticas abusivas como captación de la pensión u otro tipo de explotación económica.
En definitiva, los distintos organismos nacionales e internacionales ponen el foco en que la violencia, de cualquier tipo, contra las mujeres y niñas discapacitadas supone un doble castigo. Por esta razón, desde el ámbito familiar, social y de la Administración ha de haber una coordinación que garantice su protección y la erradicación de estas conductas por desgracia tan asentadas en la sociedad actual.